Resurgimiento de la Devoción Religiosa
La
adopcion de un Santo Patrono
Los nativos del poblado de
Tequilita profesaban la religión católica desde el
régimen latifundista pero como carecían de templo se
veían en la necesidad de acudir a las parroquias de los
pueblos vecinos a recibir los sacramentos. Así pues, el culto
religioso se mantuvo discreto por varias décadas. Con la
aparición del Ejido y la consecuente modificación de
las relaciones sociales, se crearon las condiciones favorables para
el resurgimiento de la fe religiosa. Ya era el momento de que aquélla
congregación de humildes campesinos adoptara un Santo Patrono
o Protector del Pueblo.
Los
peregrinos de Talpa
Como consecuencia de una
tradición secular, pasaban por el potrero de "la Laguna"
grupos de fieles religiosos que realizaban, todos los años, el
peregrinaje desde Tepic hasta el Santuario de Talpa de Allende Jal.
El recorrido consumía por lo menos dos semanas. La festividad
principal en honor de la Virgen del Rosario de Talpa se celebra el 2
de febrero, por lo que los peregrinos llegaban a Tequilita entre el
18 y 25 de enero, y luego proseguían su camino rumbo al
Sureste hasta internarse en la inhóspita sierra del Estado de
Jalisco, En la actualidad, siguen realizándose éstos
peregrinajes, aunque ya no se emplea demasiado tiempo debido al
progreso que se ha alcanzado en vías de comunicación y
medios de transporte.
Aparece un
noble precursor
Asomaba el año de
1944 (dos meses antes se había dado posesión definiva
de tierras al poblado), cuando entre un grupo de fieles que hacían
escala en Tequilita, destacaba un joven peregrino originario de Talpa
y avecindado en Tepic, que portaba una imagen de la Talpeña,
copia fiel de la original. La efigie fue mostrada, por petición
unánime, a las personas del poblado, quienes quedaron
cautivadas por la belleza plástica y regia de la Virgencita a
tal grado que quisieron rendirle un digno homenaje (Estrada, 1992).
Pero la ocasión no fue propicia para realizar aquel deseo
emanado de la contemplación. Como estaba muy próximo el
2 de febrero, el joven Luis Guadalupe propuso traerles la Imagen a su
regreso del Santuario, pues su intención era la de tocar
el preciadísimo objeto con la Virgen de Talpa original. Así
fue como apareció el gran precursor. Tampoco se realizó
el homenaje en los meses subsiguientes, pues Guadalupe regresó
apresuradamente a Tepic a visitar a su padre, gravemente enfermo.
Llegó el verano y el asunto aún permanecía sin
resolverse.
El arribo de una carta,
firmada por Luis Guadalupe Ahumada, cambió el destino
histórico del poblado. El documento, donde se solicitaba un
recibimiento de la Imagen de Talpa, llegó a principios de
septiembre del mismo año. En ese mes se hacían festejos
en el Santuario de Talpa. Era el momento de preparar el homenaje. Con
la mayor rapidez, se divulgó el contenido de la misiva entre
los habitantes y se formó un Comité de Festejos,
encabezado por los Sres. Francisco Guznián y Juan Lamas
(González, 1991). Inmediatamente se dió respuesta a la
carta señalando que la celebración sólo duraría
tres días (Triduo) en vista de la imposibilidad, en ese año,
de completar un novenario.
Primera
llegada de la Imagen Sagrada
La eficiente y rápida
organización de los pobladores del lugar hizo posible el
traslado de la Efigie Sagrada por ferrocarril cubriéndose, de
este modo, la distancia de 58 km que separa a Tepic de Cerro Pelón,
anexo de Tequilita. El primer recibimiento oficial se verificó
el 16 de septiembre de 1944 y para ello fue necesario que los nativos
caminaran hasta la estación de Cerro Pelón a esperar el
arribo del tren. Dicha estación se encuentra a 2 km de
Tequilita, con rumbo al Poniente. Desde aquél lugar llevaron
en andas a la Virgen de Talpa hasta un altar provisional que se le
erigió en el antigüo edificio de la hacienda, pues aún
no existía teplo para el culto religioso. Por el camino se
rezaron oraciones y se cantaron alabanzas (Estrada, 1992). En ningún
momento cesó la veneración.
Celebración
de las Fiestas Patronales de Septiembre
Con la primera llegada de
la Imagen Sagrada comenzó a consolidarse un marco de culto y
devoción religiosos, que resultó trascendental en la
existencia del poblado. El júbilo continuó los días
17 y 18, hasta culminar en el 19 de septiembre, fecha festiva por
tradición. Pero no todo iba a quedar ahí. Los
habitantes abogaron ante Luis Guadalupe ("Don Lupe") para
que el culto se volviera permanente; es decir, se solicitaba la
presencia de la Imagen todos los años, a mediados de
septiembre, bajo promesa de celebrarle un novenario (González,
1991). La respuesta fue afirmativa pero imponía una condición:
la Virgen necesitaba un teplo en su honor. Era necesario empezar a
edificarlo desde los cimientos. La obra quedaría concluída
una década después.
El culto
religioso se proyecta hacia la posteridad
El pueblo de Tequilita
tuvo que esperar casi diez años para poder ofrecer a su nueva
Patrona un recinto digno. Se puede considerar este lapso como un
período de gestación. En una década se crearon
los cimientos que habrían de sostener toda la estructura de la
tradición festiva religiosa. De hecho, el culto se proyectó
hacia la posteridad. Las generaciones venideras se encargarían
de perpetuar ese marco de veneración para darle a la Tradición
su madurez plena.
Los
altares provisionales
Como es de suponerse, en
las prímeras celebraciones se erigieron altares provisionales,
cinco años en el edificio de la hacienda y otro lustro, en el
templo aún sin techo. Era frecuente que lloviera en los días
del novenario, a mediados de septiembre, y ello obligaba a que los
altares se cubrieran con ramas y otros materiales rústicos
(Estrada, 1992). Debido a esta circunstancia los pobladores
decidieron mudar la fecha de los festejos, de septiembre a octubre. A
principios de los cincuentas, quedó establecido el novenario,
del 11 al 19 de octubre, tal y como lo dicta la Tradición
hasta nuestros días. Junto con el altar provisional
desapareció también la primera Imagen que conocieron
los fieles. Otra, idéntica a la anterior, llegaría a
ocupar el recinto construído en honor al Santo Protector del
pueblo.
La
construcción del templo
Oficialmente, el templo
comenzó a edificarse en el año de 1946. La dificultad
inicial fue encontrar un lugar idóneo para la erección
de un recinto sagrado. Por fin, se decidió construir sobre los
cimientos que estaban proyectados para un almacén. El solar
tenía las siguientes medidas: 11.6 m de frente, 9.7 m en la
parte posterior y alrededor de 23 m de fondo. Las dimensiones del
local y su ubicación fueron factores decisivos para la
elección, por acuerdo de la Asamblea (González, 1991).
El recinto, para honrar a la Virgen de Talpa, terminó de
edificarse en mayo de 1954, pero aún le faltaba un
recubrimiento al piso y el altar estaba inconcluso. El traslado de la
nueva Efigie, donada por Don Lupe, tuvo que aguardar hasta la entrada
del otoño (Fig. 14).
El
juramento
Así pues, la Imagen
llegó a tomar posesión de su nuevo templo, el 10 de
octubre de 1954 (según placa de granito incrustada en la pared
del costado derecho del recinto), donde continúa venerándose
hasta nuestros días. Esta vez, el traslado se hizo de
Guadalajara a Cerro Pelón (Lemus, 1993). El recibimiento, en
la estación del ferrocarril del pueblito vecino, hizo recordar
la primera llegada de la Virgen, diez años antes, con la
diferencia de la velada que le brindaron los devotos del Cerro Pelón.
Después de recibir tantos homenajes y con el comienzo del
novenario, la Virgen llegó en andas a su destino final, el 11
de octubre por la tarde. El primer ingreso al templo fue grandioso,
al igual que las festividades en su honor.
Ese año también
fue memorable, pues el día de la víspera (18 de
octubre) cuando estaban congregados los nativos y los visitantes de
pueblos circunvecinos, se adoptó oficialmente el culto a la
Virgen. El evento fue presidido el Señor Cura Francisco
Corona, En una ceremonia solemne, los vecinos del poblado de
Tequilita, bajo juramento, Jeclararon a la Stima. Virgen del Rosario
de Talpa, Reina y Patrona del lugar (González, 1993).
Aquel momento fue
inolvidable: lleno de amor, veneración y respeto. Desde
entonces, el pueblo adquirió un compromiso espiritual con la
Imagen. Cuarenta años después, el recuerdo permanece
vivo y los vínculos parecen indestructibles. Es cierto que ya
no existen muchos de los partícipes de aquél juramento,
no obstante, el culto sigue reafirmándose año tras año,
especialmente en las festividades de Octubre.
DEL JURAMENTO A LA CORONACION (1954-1969)
La vida
rural
El plano del ejido
definivo para el poblado de Tequilita fue aprobado por el Cuerpo
Consultivo Agrario el 15 de noviembre de 1949. Después de esta
fecha continuó efectuándose el reparto agrario hasta la
década de los noventas, en que prácticamente se terminó
con esa etapa de la reforma agraria. Sin embargo, no desaparecieron
las fricciones entre los ejidatarios y nuevos solicitantes de
tierras, dentro del mismo ejido.
También se
presentaron conflictos con los linderos mal delimitados, que
obligaron a los agricultores a invertir esfuerzos y recursos en
comprobar la posesión legal de las parcelas (Pérez,
1994). Esta inseguridad se reflejó en la duda por producir en
terrenos que estaban expuestos a cambios de propietario.
Otra dificultad para los
productores fue la excesiva parcelización. Con la Resolución
Presidencial se le otorgó a cada solicitante un promedio de
ocho hectáreas, pero al crecer el número de ejidatarios
la dotación inicial se redujo hasta la mitad. Además,
después de 1971 no fue posible realizar más
ampliaciones dentro del ejido, por lo que no se atendió la
demanda creciente de nuevos solicitantes (Pérez, 1994). Las
parcelas muy pequeñas se volvieron incosteables, ya que las
cosechas no alcanzaban para vivir. Esa es la razón por la cual
muchas personas originarias del poblado decidieron emigrar hacia la
Unión Americana, en busca de mejores condiciones de vida.
Otro factor digno de
mencionar es el carácter estacional de la agricultura local.
Durante al año agrícola se alternan períodos de
intensa actividad con épocas de desocupación absoluta.
Cuando se presentan las cosechas, la mano de obra es escasa y cara,
por la urgencia de levantar rápidamente la producción.
En cambio, en otras etapas de desarrollo de los cultivos existe la
subocupación, con el consiguiente descenso del salario rural.
Desde su erección
como ejido el poblado de Tequilita ha producido granos básicos,
principalmente maíz y frijol, bajo las contingencias del ciclo
Primavera-Verano (temporal), que comprende de julio a diciembre. En
los años cincuentas, aún no se habían
introducido los adelantos de la tecnología en las prácticas
agrícolas de los campesinos (Lemus, 1993). La creación
de obras de infraestructura y la llegada de los primeros tractores
tuvieron que aguardar una década.
El culto
se vuelve oficial
Con la adopción de
un Santo Patrono, la edificación del templo y la posesión
definitiva de tierras, el poblado adquirió tradición,
autonomía y reconocimiento legal, tanto de las instituciones
civiles como de las eclesiásticas. A partir de entonces pudo
labrar su destino histórico. De ningún modo, permaneció
ajeno a la modernización impulsada por los gobernantes de la
entidad. El culto religioso le confirió unidad en su categoría
política de congregación. Desde la fecha del Juramento,
la Diócesis de Tepic le otorgó el carácter
oficial a ese marco de devoción y veneración
cristianas, que cada vez congregaba mayor número de fieles en
torno a una Imagen Sagrada.
Así, desde la fecha
del juramento surgió, entre los fieles, la idea de conmemorar
en un aniversario especial el resurgimiento de la fe religiosa, Los
primeros trámites se realizaron ante el Obispo de la Diócesis,
quien sugirió tomar como referencia el año del primer
festejo, es decir, el de 1944, cuando se logró celebrar un
Triduo. Con esta iniciativa se proyectó el año de 1969
para la solemne coronación de la Virgen de Talpa, en la
celebración de las Bodas de Plata (Castro, 1992). Mientras
tanto, bajo la dirección de Don Lupe, las Fiestas Patronales
adquirían cada vez mayor esplendor con la aparición
característica de cánticos y procesiones, música
y cohetes, y júbilo sin límites.
Los
preparativos de las Bodas de Plata
Desde 1954, Tequilita pasó
a formar parte de la Vicaría de El Conde (hoy, Parroquia) y
estuvo atendido periódicamente por un sacerdote de la Diócesis
durante algunos años. Sin embargo. la Vicaría se quedó
sin ministro en el año de 1961, por lo cual dejaron de
oficiarse misas en un lapso de dos años. La vacante fue
cubierta por el presbítero José Castro Reyes, quien
llegó al poblado el 17 de marzo de 1963), y rápidamente
se convirtió en un valioso elemento apoyando la organización
de las festividades de octubre (Lemus, 1993). Junto a Don Lupe
Ahumada desempeñó un papel de fundamental importancia
en el diseño y cristalización del evento más
relevante de la década: la celebración de las Bodas de
Plata.
Una vez que los fieles
contaron con la autorización de la Diócesis se
iniciaron los preparativos de la gran celebración esperándose,
con vehemencia, el año del aniversario. Con anticipación,
se hizo el encargo de la corona y el vestido especiales para el acto
solemne (González, 1993). También los atuendos de la
Imagen Sagrada fueron diseñados cuidadosamente. No se
escatimaron recursos en ningún momento. Se preparaba
coronación de una Reina. El sitio elegido fue poblado de
eucaliptos, que la cobijarían con sus frondas.
El Comité de
Festejos para el año de 1969, estuvo integrado por los Srs.
Pedro Lemus González, Juan Rosales Estrada y Benjamín
Cornejo López; presidente, secretario y tesorero,
respectivamente, quienes trabajaron con ahínco en la
recaudación de fondos (Rosales, 1994). Todas las Fiestas
Patronales son financiadas con las aportaciones monetarias de cada
uno de los padres de familia. Como es de suponerse, un evento de gran
magnitud requiere de una mayor erogación. Así, el año
especial presentó una notable excepción con respecto a
las tradicionales fiestas, ya que la celebración se pospuso, y
aún así no se contó con la asistencia del Obispo
de la Diócesis (Castro, 1992). El acto de coronación
finalmente fue realizado por un representante. El día elegido
fue el 12 de noviembre de ese mismo año.
El momento
más emotivo
Para la ceremonia de
coronación se erigió un altar, frente a la casa de los
esposos Salvador González y Antonia Cornejo, al pie de un
eucalipto (González, 1993). Hay que señalar que las
misas concelebradas comenzaron a presentarse en la explanada frente
al templo debido a la incapacidad de éste para albergar a la
numerosa congregación de fieles. El recinto resultaba
demasiado reducido para dar cabida a la respetable cantidad de
visitantes de pueblos circunvecinos.
En aquel otoño,
todo estaba listo para la celebración. Se había
congregado una abigarrada multitud en la explanada, para escuchar la
misa de coronación presidida por el Pbro. Manuel Rivera
Topete, representante del Señor Obispo, y concelebrada por los
Pbros: Silverio Salcedo, Ricardo García Lepe, Salvador
Místico, Pedro Zepeda, Ramón Herrera y José
Castro Reyes.
La nueva
era de las festividades religiosas
Después de la
celebración de las Bodas de Plata la tradición
festiva-religiosa cobró mayor fuerza y relevancia a nivel
regional. La devoción y el culto a la Virgen de Talpa,
presente a cada momento, alcanzaba todo su esplendor en las fiestas
de octubre, con un despliegue significativo de recursos materiales y
un gran esfuerzo humano.
El Comité de
Festejos de cada año, asumía el reto de superar a su
antecesor, misión que se tomaba más dificil conforme se
adentraba en la década de los setentas. Tras la organización
de los eventos estrictamente religiosos se encontraba el talento y la
imaginación creativa de Don Luis Guadalupe Ahumada.
El Pbro. José
Castro Reyes también desempeñó un papel de
primordial importancia en su calidad de Ministro y guía
espiritual del poblado. Ha participado ininterrumpidamente en los
eventos religiosos efectuados en las últimas tres décadas.
Bajo su ministerio se perfeccionó el esquema del novenario.
Desde 1970 el novenario en
honor a la Virgen de Talpa ha consistido en lo siguiente: día
11 de octubre, rompimiento de las fiestas a las 0:00 hrs con un
estallido de cohetes, procesión de alba y mañanitas a
las 5:00 a.m., procesión vespertina a las 7:00 p.m., recepción
de peregrinación a las 8:00 y rosario, donde se hace un
ofrecimiento de flores.
Las actividades se repiten
cotidianamente hasta el día 17, con la diferencia en el
organizador en turno, quien tiene la opción de escoger el
itinerario de la procesión y de aportar nuevas ideas para
enriquecer cada acto de celebración. Normalmente las
procesiones o contingentes que realizan un recorrido están
integrados por el grupo de danza de mujeres guiado por un violinista,
el portador del estandarte, las jóvenes con ofrendas, el carro
alegórico, las cantantes de alabanzas, la orquesta de músicos
y el público en general, que lleva las velas encendidas. En la
procesión de alba frecuentemente se omiten la danza, las
ofrendas y el carro alegórico. En el transcurso del día
los habitantes no modifican sus costumbres respecto a otras épocas
del año, con la salvedad de que destinan su tiempo libre a
realizar preparativos para cada día específico del
novenario.
En la víspera (día
18) comienzan a llegar visitantes de diferentes puntos de la región
para participar en el evento magno del último día del
novenario. En este día aparecen las misas y los juegos
pirotécnicos nocturnos. También se lleva a cabo el
primer baile anual de la serie. La alegría de la víspera
anticipa el esplendor del diecinueve, y funciona como día de
transición si se consideran algunas diferencias cualitativas
entre éste y los anteriores. El dieciocho merece denominarse
"día del preámbulo", ya que por la noche se
efectúa una velada en donde se recibe con júbilo la
anhelada fecha.
En el día
bienaventurado la alegría no cesa por ningún instante.
Las veinticuatro horas del día se llenan de movimiento y
energía. Al llegar la aurora los habitantes se incorporan a la
procesión, luego a las mañanitas de las 5:00 a.m.
organizadas por todo el pueblo, para concluir en la misa de alba. A
las 9:00 se celebra la misa de Primeras Comuniones. Una hora después,
siguen las confirmaciones, y a las 11:00 se efectúa la
recepción de los sacerdotes vecinos, quienes al mediodía
ofician una misa concelebrada, que tiene una duración
aproximada de hora y medía (Fig. 25). La celebración
litúrgica se lleva a cabo al aire libre, concentrándose
la multitud en la plazuela principal. El altar se protege del sol con
una lona de grandes dimensiones. A esa hora, la pequeña
explanada se ve invadida por centenares de fieles, quienes no
obstante las incomodidades del lugar permanecen atentos y manifiestan
abiertamente su devoción a la Bendita Imagen.
Por la tarde se realiza el
recorrido mayor por el pueblo. Se comienza a las 4:00 para finalizar
a las 6:00 p.m. Por única ocasión la Imagen de Talpa es
llevada en andas hacia todos los rincones del poblado transitándose
por las callejuelas más apartadas. Al regresar al templo, se
reza un rosario de acción de gracias por las *bendiciones
recibidas en el transcurso del novenario. Así concluye el
ciclo de eventos religiosos. Casi a la medianoche, aparecen los
juegos pirotécnicos con su brillante colorido para acompañar
al segundo baile anual, que se realiza con motivo de las Fiestas
Patronales.
Extraoficialmente, las
festividades continúan hasta el día veintidós,
pero sólo se presentan corridas de toros y bailes anuales en
los últimos tres días. Los eventos posteriores al
novenario son organizados por un Comité especial. De hecho, a
partir del día veinte desaparece el elemento religioso en las
festividades y lentamente declina el curso de ls mismas hasta que
todo vuelve a u cauce normal.
Las Fiestas Patronales de
los años setentas no presentaron mayores novedades en su
desarrollo. Siguieron asistiendo los mismos sacerdotes ya partícipes
de la tradición, los visitantes de pueblos circunvecinos e
hijos presentes y ausentes de Tequilita. Las festividades representan
la oportunidad de congregar parientes lejanos, amigos y vecinos. Por
unos cuantos días la localidad ve duplicada su población.
En 1981 la Diócesis
de Tepic designó a un nuevo Obispo, al prelado Alfonso
Humberto Robles Cota, quien al año siguiente se dedicó
a realizar visitas pastorales a todas las Parroquias de la misma
Diócesis. El pueblo de Tequilita lo recibió
calurosamente en noviembre de 1982, teniendo a la cabeza al Pbro.
José Castro y a Don Lupe Ahumada. Durante su estancia ofició
una misa solemne en presencia de los fieles católicos. También
rindió culto a la Bendita Imagen de Talpa agradeciendo la
hospitalidad de los anfitriones. Este fue otro suceso memorable en la
vida religiosa de la totalidad.
Desaparecen
dos protagonistas de las Fiestas Patronales
A la visita pastoral de
1982 le siguió un período de esplendor de las fiestas
de octubre. La tradición festiva-religiosa se mantuvo apegada
a su origen mientras existieron los pioneros de la misma. Es
indudable que el éxito de cada novenario dependía del
nivel de organización interna. En tomo al espíritu de
la tradición gravitaban nombres como los de Luis Guadalupe
Ahumada, Manuel Rivera Topete, José Castro Reyes, y otros
distinguidos personajes. Conforme avanzaba el tiempo se hacía
más plausible la llegada de una nueva celebración y la
improbabilidad de formar parte de ella.
Ya a mediados de los
ochentas, comenzó a resentirse la ausencia del guía y
patrocinador los festejos religiosos, con un notorio descenso en la
calidad de las festividades. Después de haber dirigido y
organizado los eventos del novenario por un lapso de cuatro décadas
ininterrumpidas Don Guadalupe Ahumada dejaba en el seno de la
tradición un vacío inconmensurable. Una repentina
enfermedad lo marginó de las fiestas de octubre y lentamente
lo condujo a la tumba, en agosto de 1989. A la desaparición de
Don Lupe le siguió la del Pbro. Manuel Rivera, a quien se
recuerda respetuosamente por su participación en misas
concelebradas desde el año de la coronación. Así,
en un par de años la tradición perdió a dos de
sus más distinguidos protagonistas cuando se acercaba el
aniversario número cincuenta de la misma.
Las Bodas
de Oro
Los preparativos para
comnemorar el cincuentenario de la tradición festiva-religiosa
se realizaron con suficiente anticipación. El Comité de
Festejos estuvo integrado por José López Medrano,
Santos Flores Comejo y Amelia Bañuelos. Los jóvenes del
poblado formaron dos grupos de danza tradicional, uno integrado por
varones y otro por doncellas. El primero fue dirigido por Francisco
Vera, y el segundo, por Jesús Cordero. La danza de los varones
simula la conquista de México por los españoles. Las
personas adscritas al movimiento de renovación católica
intervinieron en la organización general del novenario. Para
la interpretación vocal de las alabanzas se eligieron a las
Sras. Ramona Comejo, Margarita González y Ma. del Rosario
Rosales. También se prepararon niñas menores de 6 años,
para hacer el ofrecimiento de flores dentro del santo rosario. Se
compraron grandes cantidades de cohetes, velas, flores y adornos.
Además se contrató a la Banda "Generación
Musical de los Aguajes Nay. para acompañar a las
procesiones, mañanitas y rosarios. Todo estaba en orden al
despuntar el otoño de 1994. Se esperaba un magno
acontecimiento.
Las festividades
comenzaron con sus procesiones, mañanitas y rosarios
cotidianos. Al tercer día se presentaron lluvias, nublados y
ventiscas que desalentaron a algunos fieles. El mal tiempo duró
dos días. El sábado 15 volvió a brillar el sol y
con ello se recobró la animación y el júbilo.
Con la llegada del Pbro. Vicente Flores se modificó el horario
del rosario otorgándosele prioridad a la misa cuya celebración
fue fijada a las 8:00 p.m. después de la recepción de
las peregrinaciones. Posteriormente llegaron las religiosas
evangélicas y eucarísticas Rita Galindo y Elvira
Sánchez para brindar apoyo en los eventos religiosos.
En forma casi
imperceptible llegó el grandioso día diecinueve. En la
víspera había correspondido a los fieles del vecino
poblado de Cerro Pelón organizar las peregrinaciones. Se turnó
el cierre del novenario a todo el pueblo de Tequílita, que
respondió en forma excepcional al llamado en una de las
procesiones más concurridas que se recuerden. Ese día,
la gente acudió masivamente a las mañanitas y a la misa
de alba de las 5:00 a.m. y luego retornó a sus hogares a
vestirse con sus mejores galas. A las 9:00 comenzó la misa de
las Primeras Comuniones, a la que se ligó una serie de
Confirmaciones. En esos momentos ya estaban presentes los visitantes
de Amado Nervo, Carrillo Puerto, Coastecomate, Zapotán y otros
lugares de la región. En el transcurso de la manana se erigió
un altar en la explanada justo en dirección a la fachada del
templo. Allí se efectuó la Misa de Coronación de
la Virgen de Talpa por los hijos presentes y ausentes del poblado.
A las 11:30 a.m. se
recibió al Obispo de la Diócesis de Tepic, Alfonso
Humberto Robles Cota, quien llegó a presidir la misa anual. Al
prelado le acompaño el Vicario episcopal de la zona sur
(Ahuacatlán) Cornelio Valdés y los sacerdotes vecinos:
Ricardo García Lepe, Isidro Bonilla, Tereso Muro, Roberto
Gradilla, Erenesto Isiordia, Silverio Salcedo, Eduardo Rodríguez,
David Medina, Jaime Paredes, Vicente Flores, Agustín Bayardo,
José Castro y David Orozco Solís, éste último
perteneciente a la Diócesis de Texcoco (Castro, 1992). Nunca
antes habían participado 15 ministros en una misa concelebrada
de las Fiestas Patronales. Desde el recibimiento del Señor
Obispo y demás presbíteros no cesaron los estallidos de
cohetes, el bullicio y la música. Además de la Banda de
los Aguajes estuvo presente el grupo "Reforma Musical" y la
Banda de Guerra de la escuela secundaria "Constitucíón"
de Compostela Nay. dirigida por el Profr. J. Jesús Salazar
López.
Enmedio de la abigarrada
multitud dio inicio la santa misa a las 12:30 hrs. Después de
la lectura de los evangelios siguió un sermón de Señor
Obispo haciendo referencia al aniversario especial. A las 13:00 hrs
se acercaron al altar los Srs. Salvador Estrada Ocampo, alcalde de
San Pedro Lags., J. Jesús Robles y Ma. de la Paz Rodríguez,
a hacer entrega de la corona de la Virgen, el resplandor de la misma
y la corona del Niño. Los sacerdotes recibieron los objetos,
que iban depositados en charolas metálicas, y enseguida el
prelado Robles Cota procedió a realizar la solemne coronación
de la Virgen de Talpa, en el instante cumbre de las festividades de
octubre. El tiempo pareció haber retrocedido 25 años
rememorando aquella estampa del finado Pbro. Manuel Rivera.
Ese 19 de octubre de 1994
también fue un día lleno de magia y colorido. Por
primera ocasión un Obispo de la Diócesis asistía
al poblado a celebrar una misa de coronación. Los personajes y
las circunstancias sólo se reúnen cada cuarto de siglo
para verificar aquél acto. La misa concluyó casi a las
2:00 p.m. La Sagrada Imagen, nuevamente coronada, fue devuelta al
templo,en donde continuó venerándosele.
A las cinco de la tarde se
llevó a cabo una procesión por las calles principales
del pueblo, en el mayor recorrido que se realiza dentro del
novenario. La gente asistió al singular evento y manifestó
su alegría cantando las alabanzas en honor a la Virgen de
Talpa, llevada en andas. Los cánticos fueron acompañados
con música de la Banda de los Aguajes. A las seis fue el
regreso al templo, y en ese recinto los fieles rezaron un rosario de
acción de gracias. Las festividades llegaban a una feliz
conclusión. En los semblantes de los feligreses habían
profundas ojeras por las desveladas cotidianas, pero la satisfacción
brillaba en los ojos y el regocijo anidaba en cada uno de los
corazones. Los juegos pirotécnnicos de aquélla noche
iluminaron la esperanza de ver realizado un sueño más:
ser testigos de los festejos de las Bodas de Diamante. Para algunos,
el vislumbrar la entrada del siglo XXI sería demasiado
pedir... esperar vivir otros 25 años... una utopía...
Así se festejaron las Bodas de Oro en Tequilita.
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